Un niño que no ha sufrido una pérdida solo está familiarizado con la muerte a través de medios como la televisión, que no la muestran en toda su crudeza. No están preparados para afrontar el fallecimiento de un ser querido, como su padre, su madre u otros miembros cercanos de la familia, como tampoco lo están muchos adultos.
Sus padres o tutores no pueden evitar que sienta dolor, pero sí hacerles sentir seguros, queridos y con voluntad para escuchar cómo se sienten y animarles a que lo expresen. Por eso es tan importante saber cómo afrontar el duelo infantil.
El duelo infantil es el proceso que pasa un niño cuando fallece un ser querido en una edad concreta, desde que es un bebé hasta que tiene 11 o 12 años. Con frecuencia se suele incluir a los adolescentes y se habla de duelo infantil y juvenil, pues también necesitan un acercamiento especial a su psicología para poder ayudarles.
Para afrontar la muerte de su ser querido fallecido, los niños necesitan atención constante y apoyo. Los padres deben entender que es normal y que, como ellos, el niño necesita su tiempo. Pero también deberían pedir ayuda profesional si se suceden las reacciones extremas o si hay síntomas de depresión.
El comportamiento de un niño ante la pérdida de un familiar depende de varios factores, como la edad, su estado de desarrollo, su personalidad, la relación que tuviera con la persona fallecida, la manera en que ve que afecta a su entorno o la cantidad de apoyo personal que recibe, según Kids Health.
Intervendrán también otros factores, como las circunstancias familiares y aquellas en las que se produce la muerte. No es lo mismo un fallecimiento tras una larga enfermedad, como el cáncer, que un suicidio. En el primer caso, es posible que se le haya preparado poco a poco y que su nivel de entendimiento sea mayor, aunque siga experimentando dolor.
Los bebés y niños pequeños pueden estar más irritables, llorar más, solicitar con más frecuencia que los acunen en brazos, estar menos activos o muy ansioso, e incluso perder peso.
Cuando son un poco mayores, es posible que busquen a la persona que ha fallecido, que sueñen o digan experimentar de algún modo su presencia, que cambien sus hábitos alimenticios y de sueño. Se puede observar incluso algún retroceso en su desarrollo, por ejemplo, que recurran al lenguaje infantil o que vuelvan a mojar la cama.
Entre los seis y los 12 años, además de algunas de las reacciones señaladas, podrían culparse por lo que ha sucedido o, por el contrario, parecer despreocupados. También es posible que eludan responsabilidades, se quejen de dolores físicos y estén más irritables y desafiantes.
Es frecuentes que los niños a cualquier edad, tras haber tenido su primera experiencia cercana con la muerte, desarrollen miedo a perder pronto a otro de sus seres queridos. Necesitarán su tiempo, pero es preciso hacerles ver que siempre serán atendidos, queridos y cuidados.
Hay que saber dar la información precisa, así que repasamos algunos consejos para ayudarte:
En caso de que sea pequeño y solicite acudir al entierro, hay que sopesar bien la idoneidad de que lo haga, aunque siempre serán los padres o tutores quienes tengan la última palabra. Si se le permite ir, hay que prepararle bien, explicar que va a ser testigo de situaciones duras en las que su familia, incluso sus padres, se pueden derrumbar y llorar. También hay que hablarle del ataúd en caso de que esté expuesto.
Son consejos de medios especializados en psicología infantil para hablar de la muerte, pero más adelante recopilamos algunos más generales para el duelo.
En principio, los adolescentes sí han experimentado un desarrollo personal suficiente como para entender la muerte como un proceso más de la vida, aunque puede que a esas alturas aún no hayan vivido una pérdida cercana. Dependiendo de su edad y de su madurez, las reacciones pueden ser más parecidas a las de los niños o a las de adultos jóvenes.
Es posible que busque más el apoyo entre sus pares que entre sus familiares. Y puede que le cueste hablar de emociones intensas que está sintiendo como la ira, o que le agobie tener cierto sentimiento o pensamiento.
En casos más graves, podría desarrollar comportamientos más extremos para tratar de escapar a la realidad que está viviendo, y con el objetivo de experimentar un bienestar que, aunque efímero, le ayudará: el alcohol, las drogas o el sexo son algunos ejemplos, como indica Kids Health.
Para ayudarles, hay que hacerse presentes con honestidad. Hay que presentar predisposición a la escucha activa y a hablar sobre lo que siente, animándole a expresarse y recordándole que está seguro y que tiene a su alrededor a personas que se preocupan por ellos. En su caso, tampoco se puede esperar que se comporten como adultos, y también necesitarán más abrazos y muestras de cariño que de costumbre. Si así lo desea, le puede venir bien ayudar en la organización del funeral.
El duelo de un niño o adolescente no consiste solo en afrontar el duro momento de comunicar la pérdida, y que tenga su primer contacto con la muerte como algo irreversible. Es necesario prestarles atención y apoyo más allá de ese momento, y algunas claves para hacerlo son las que siguen.
La comunicación es importante, pero lo primero es entender que cada niño lo vivirá de un modo diferente. Algunos se sentirá desolados, culpables, ansiosos o enfadados, y otros pasarán del lloro al juego en cuestión de minutos. Hay que animarles a expresar sus emociones.
Niños y adolescentes se sienten cómodos en sus rutinas, aunque adherirse a ellas no debe implicar que sus padres pongan su propio duelo en un segundo plano. Hábitos como el de ir al colegio o el instituto, hacer los deberes, comer de forma saludable a las horas adecuadas o descansar se deben mantener.
Los más pequeños tienen que entender que la vida debe seguir su curso, aunque es preciso que se expresen y es natural sentirse mal. Si necesitas espacio y tiempo para pasar tu duelo, pídele a alguien de confianza que cuide de ellos unos días.
Para invitar a los niños a expresarse, algo que ya hemos señalado que es necesario, lo mejor es hacerlo a través de su mundo, que es el de los juegos. Hay bastante libros infantiles sobre la muerte que podéis leer juntos, con el formato propio de los cuentos y que pueden servir para iniciar la conversación e invitarle a hacer preguntas.
Un medio común que encuentran los niños para expresarse es el dibujo, que puede ser de utilidad a los padres para hacer frentes enfocadas tomándolo como referencia.
En la misma línea podemos situar a manualidades específicas como el scrapbooking, que es la creación de libros y álbumes. Puede colocar fotografías, mensajes e incluso objetos que le recuerden a la persona fallecida.
Si no, las fotos familiares o las historias agradables sobre el difunto siempre pueden ser un recurso.
Después de la muerte de un ser querido, se pueden desencadenar comportamientos que estén fuera de lo normal y no se corrijan con el tiempo. Son desajustes que debe tratar un/a especialista y que van desde trastornos duraderos del sueño y de la alimentación a, como te hemos comentado en el caso de los adolescentes, abuso de drogas y alcohol.
Un/a psicólogo/a ayudará a reconducir al menor y pautará su duelo de una forma personalizada para que vaya recorriendo las etapas necesarias. Con la terapia apropiada conseguirá lo que también se pretende con los adultos: que aprenda a vivir con ese vacío.
Con todo, el duelo infantil merece toda la atención y el cariño que se le puede proporcionar a un niño o adolescente en un momento duro. Esperemos que nuestros consejos te guíen y te permitan tener a la mano herramientas útiles para afrontarlo.
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